Diario de una Valkiria: Hacia Belen va una burra rinrin...

-Quieren hacer un torneo en Coruña a nivel nacional – esa frase llegó a mis oídos curiosos y puse la antena. ¿Un torneo? Rápido, ¡a entrenar!

Llevábamos un tiempo todos alicaídos, entre exámenes y mal tiempo, y que a alguien se le escapase ese cotijugger antes de Navidad nos puso las pilas rápidamente.

Dado el mal tiempo, jugar en Los Puentes se nos hacía imposible, así que nos trasladamos a un pequeño teatro romano clásico situado en una zona del Parque de Santa Margarita, que pese a no ser muy grande y ser de cemento (cada hostia dolía como si no hubiera un mañana) logró tapar nuestras necesidades, e incluso entablamos una cordial amistad con el encargado del centro cívico que hay al lado. Es gracioso ver a un montón de señores de avanzada edad observándonos con interés mientras juegan al Tute o al Chinchón.




Llegaron las jornadas navideñas al grito de “¡Hacia Belén va una burra RIN RIN!” y gorritos y trajes de Papá Noel. Ya no podía sacarme un pecho. Era eso o sacarlo y pillar una pulmonía. (N. del R: Pulmonia mejor, no chicos?)

En esa época la decadencia de mi mandoble se haría notar, dejando moratones de manera indiscriminada. Cuando empecé, me hice un mandoble con una tubería de pvc de casa, y me sentí como si tuviera “o último oubeo" (N. del R: el último grito) en artefactos juggerianos. ¡No flecta! ¡Es pesado sin necesidad de añadiduras! Lo llamé Cinnamon, aunque la gente lo apodó “El Garrote”, y ese mismo mandoble duraría hasta el día de hoy (alguna mancha de sangre mas, algun diente por aqui..).

Cinnamon aún tenía su primer acolchado cuando entré en el rondo (N. del R: Last Man Standing, mas o menos). Un acolchado aplastado y más bien escaso, y aunque era consciente de que dolía, me mostraba reticente a cambiarlo. Uliq en este caso diría “A ésta lo que le gusta es hacer daño” (¿Puede? Quizas, jaja!).

Empezamos los duelos del rondo y a cada golpetazo había quejas, y Axel se encaminó hacia mi arma letal para examinarla.
-¿Le has acolchado la punta? – Me preguntó con cara extrañada.
+¿Qué qué? ¿Acolchar? ¡En la punta no tiene nada!
-...

Axel sin palabras.

En ese momento supe que tenía que arreglar a Cinnamon.


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